Para visualizar es importante el detalle, no alcanza con ver la escena en general sino cada detalle en particular. Los sentidos son fundamentales, poder percibir los olores, las texturas, los sabores… visualizar en nuestra mente hasta que parezca real. Y cuando la realidad dista mucho de nuestros deseos hay que concentrarse aún más.
El deseo es como una película que se proyecta en nuestra mente. El deseo es muy poderoso y sagaz, siempre encuentra la manera de materializarse. Nuestra realidad de hoy está construida por nuestros pensamientos de ayer. Todo lo que nos pasa, lo que somos, lo que tenemos, existe porque antes lo pensamos.
Hay que aceptar nuestra responsabilidad en lo que nos pasa, porque nuestra realidad es la materialización de lo que alguna vez deseamos. El deseo es una fuerza misteriosa. El deseo es energía en movimiento.
El deseo propio o ajeno nos obliga a tomar decisiones, a verlo o a ponerle un velo. El deseo es un imán, atraemos lo que visualizamos, lo bueno y lo malo. Porque nadie llega a un lugar si antes no lo deseó.
Visualizar, imaginar, desear de corazón y compasión, eso va configurando nuestra realidad, nos abre el camino, nos da esperanzas. El deseo es el testigo de lo que nos falta, el deseo es la película de la vida que queremos vivir, podamos visualizarla o no.